jueves, 20 de octubre de 2011

Sueños


Hoy me desperté y vi tu cuerpo dibujado contra las sábanas rojas. El sol entraba pintando un trapecio de luz en el espacio que sobra entre tu cuerpo y el mío. Cerré los ojos y los abrí de nuevo. Eso fue ayer, me corrijo, aunque esta mañana todo parezca un sueño, eso fue verdad.

Hoy soñé que cabalgaba un caballo en medio del campo. Yo tenía un jean cortado por arriba de las rodillas. No usaba montura. Andaba muy rápido y se sentía bien. Controlado. Yo tenía el pelo suelto. Como cuando era chica y salía a andar por las calles de tierra de Salsipuedes con mi caballo. El sol me pegaba en la cara y todo era dorado.

En el medio de mi sueño vi los hijos de todas mis amigas, los que tuvieron y los que están por tener. Vi todas sus sonrisas… daban sus primeros pasos.

También creo que pasé la noche nadando. La pileta tenía agua turquesa como un océano y yo corría todas las carreras. En todas salí ganando.

Quizá ésta haya sido mi noche de suerte. Aún sin haberme despertado ya había hecho todas las cosas que me hacen sentir bien. Cuando salí de casa el fresco me pegó en la cara como un zarpazo pero yo seguí caminando y me puse los auriculares para no escuchar las voces que no paran de hablarte en el camino que hay desde mi casa hasta el trabajo. Todos te dicen lo que tenés que hacer y lo único que termina queriendo es hacer todo lo contrario.

Escuche canciones que me llevan a otros lados, y recorrí todos los pasillos del subte como si aún estuviera soñando. Miré las caras de todas esas personas que no te miran. Sonreí un poco de lado, cómplice de mí misma. Sabiendo algo que ellos no saben. Algo que ellos no, pero que yo sí.

Cuando salí de nuevo a la calle me fumé un cigarrillo armado. Las mañanas de sol que atravieso el mercado tienen estampada esa nostalgia que no se de dónde viene, quizás haya llegado en barco. Quizá sea algo que traigo yo acarreado. La mañana de hoy fue una cosa de cuento, que ni aunque la escriba le hago justicia a la mitad de lo que...

Di todos los pasos que hay que dar sobrevolando el asfalto, los adoquines, los charcos. No se si anoche llovió, o es que alguien habrá regado. Pero hubo un par de charcos. Las rayas de nube que dejan los aviones por estos lados habían marcado un cuadriculado tan claro que podías jugar al Ta Te Ti y hasta salir ganando.

Vi un pedazo de río. Un puente. Dos. Pensé en mi caballo y moviendo la mano casi imperceptiblemente pude sentir el calor y el olor a pasto. Nunca nada me gustó más que quedar impregnada de olor a caballo y sentir la tierra entre los dedos, enredarlos en la crin y seguir andando. Como cuando hacía calor y andábamos adentro del río perdiendo las alpargatas porque el agua nos llegaba demasiado alto.

Esta ciudad tiene mucho de ciudad pero de repente tiene cosas de campo. Como los mercados y las manzanas. Como las partes que parecen salidas de un libro. Como las mañanas de frío en que uno no llega del todo a despertarse hasta que te comprás un café en cualquier lado y lo vas sorbiendo de a poquito para que te dure… para que el día se haga un poco más largo.

Ahora me pongo los anteojos y abro mi libro en el subte. Busco reconocerme en los reflejos de los túneles y veo mis ojos escondiéndose detrás de los vidrios. Esa soy yo. Hago la prueba y me seduzco a mi misma a ver que se siente. No lo sé, todo es tan diferente.

Me pasan cosas como estas y días como estos que se acumulan en este año en que no tengo agenda. No se cómo retenerlos. No se bien cuál es la diferencia entre ayer y hoy. Si me despierto y a veces ni siquiera se si estoy despierta. Cuando me acuesto… es porque es bedtime.

Parece ser que siempre sueño los mismos sueños con algunas variaciones. Pero hay caballos. Hay agua. Hay cosas que me hacen bien. Parece que lo que más me dan ganas es de seguir durmiendo a ver what´s next.

¿Despierto?

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