domingo, 4 de marzo de 2012

Tomato Magic


Hace un año me desperté en un país nuevo. Llovía, como hoy y la resaca del tequila me pesaba en la cabeza. Mis cosas estaban estancadas en un par de maletas y mis ojos no sabían que mirar.

Bajé la escalera y mi amiga –que hoy es mi tan amiga pero que en ese entonces era una incógnita- estaba cocinando lo que para mí parecía un almuerzo.

Ella me miró sonriendo y dijo que me estaba haciendo el desayuno.

Yo no sabía qué hora era en ningún lado, por lo tanto no sabía que comer. 

La vi cortar ajíes y meterlos en una cacerola, la vi ensuciar toda una mesada y regar el piso de partes de hongos, la ayude a servir vasos y vasos de jugo de naranja, la vi dejar las cáscaras de los ajos amontonadas.

La dejé hacer todo y decidí empezar mi nueva vida dejando que cada quien haga lo que quiera y despidiéndome de mi trastorno obsesivo compulsivo de una buena vez.

Disfruté su desordenadez tanto como de la comida, si bien más que un desayuno fue una cena a la hora del té. No le dije que no como comida picante. No le conté que tuve diarrea cuatro días después de los ajíes. No le dije que lo que en verdad quería eran unos mates.

Comimos y empezamos a conocernos y a compartirnos.

Pasaron los meses.

Vivimos juntas y separadas.

Ella ya no le pone ajíes a los tomates y cuando yo, cada domingo como hoy, me preparo mi propio desayuno versionado, le agrego extra ajo a la parte de los hongos y si puedo robar salsa inglesa de algún cajón se la pongo también.

Me siento en el piso de mi cuarto y como mi desayuno a las tres de la tarde y leo y pienso en que éste, así, es un domingo cualquiera para mí. Para mi nueva mí.

Y luego de 365 días estoy por volver a los domingos porteños que extraño pero no.

Tiemblo.

Temo por la fragilidad de mi nueva vida construida a fuerza de remediar recetas y aminorar cantidades. Tengo miedo que este nuevo balance entre ajo y ají se vaya al demonio. Temo volver a volver y que los domingos sean ajenos nuevamente.

No me pregunten por mi vida porque no sé. Yo soy la prueba viviente de haberme convertido en esto a fuerza de días de reinventarme y de encontrarme y de modificarme y de hallarme y de hoy ser esto que soy. Que no es la misma. No. Pero sigo siendo yo.

No busquen a la que se fue hace un año atrás en estas manos que hoy saben un par de cosas más. Sigo siendo esa, pero soy un poco otra.

No me pregunten qué voy a hacer después porque tampoco se. Porque no sabiendo llegue hasta acá y si esto es lo que surge de la incertidumbre prefiero andar con los ojos cerrados por muchos años más.

Quiéranme como soy. Como estoy.

Abracen mi cuerpo aunque piensen que la que vive dentro es otra. Porque después de un rato yo también voy a pensar que ustedes son otros. Un año pasó en todo el mundo, no sólo en mí.

Encontrémonos los que hoy somos no esperando encontrar al que dejamos la última vez.

Lo digo, y ni siquiera sé como tomarme el subte en mi propia ciudad o si puedo pagar el bondi con monedas. Pero eso no importa. Vuelvo. ¿Vuelvo? ¿O es la nueva yo que va por primera vez?


Pero sobre todo... no se pongan celosos de los tomates.