martes, 20 de noviembre de 2012

On the move...



Moverse, mudarse, mutar. Cambiar de lugar, hogar, espacio real y digital. Este año, el movimiento externo e interno se convirtió en una constante diaria y mi cotidianeidad deja de ser cotidiana. Los días no son siempre los mismos y las vistas al despertarme, tampoco.

Vengo de pasar casi un mes en México. Un lugar al que volé esperando encontrar cosas conocidas; suponiendo que Latinoamerica me recibiría como me recibe una casa a la que no voy hace tiempo, pero cuyos aromas recuerdo en lo más profundo de mi ser. Fue así, y no.

Las calles del Centro Histórico tienen algo de Buenos Aires. Los olores no son lo mismo. El picante que se huele desde temprano a la mañana y las cartas con nombres de comidas impronunciables me hicieron sentirme tan extranjera en tierras aztecas como el contingente de ingleses que venía acarreando. El hecho de que alaben mi español, también.

Los días pasaron en Ciudad de México como pasan los vagones de metro: por minuto. Una estación por minuto, y las miles de personas que pululan por los subsuelos de una ciudad excavada en el mismísimo corazón de otra ciudad más milenaria, todos se dieron vuelta al verme subir en algún vagón. Me sentí distinta. Me sentí diferente en una ciudad que hace todo por recibirte con los brazos abiertos y una comunidad de gente extraordinaria.

Pero, asimismo, me sentí en mi salsa – como quién dice – al descubrir que la comunidad teatral internacional es una suerte de hermandad secreta y que, vayas donde vayas, una vez que estas adentro de un teatro, sin importar el o los idiomas que se estén utilizando, el lenguaje es uno mismo. El escenario no conoce color ni procedencia. Y todos los que trabajamos para hacer que las cosas pasen, más allá de los ruidos, terremotos, food poisonings y sueros intravenosos; tampoco.

México fue una fiesta de la colaboración internacional y el hecho de haber formado parte de un evento tan único y simbólico como fue llevar un Hamlet inglés al medio de la Plaza del Zócalo, hacerlo accesible y gratuito para quien quisiera aventurarse en una historia tan conocida y a la vez no, es el recuerdo más preciado de todo el viaje. Casi.

El Día de Muertos en medio de una montaña tirando globos de papel, aprender a comer comidas dejando de lado el miedo al ardor en los labios, los mercados, las palabras pegajosas como wey y chido, los colores intensos que pintan cada rincón del país… un sinfín de imágenes y sabores que lograron acercarme a lo que en verdad sí es un pueblo hermano lo mires por donde lo mires – sólo hay que dejarse atrapar. Llevar. Guiar. De la mano.

Y la vuelta a Londres, bajarme del avión y sentir el golpe de frío seco en la cara, llegar a mi barrio y que eso sea lo cotidiano… me hacen preguntarme cada vez más, y a diario casi, si es que uno en verdad más de ser de un solo lugar puede llegar a sentirse parte de varios.

Una semana más tarde, y con todo embalado nuevamente, me traslado del otro lado del río, a una zona completamente extraña para mí. Todas mis rutinas cambian, los trenes, los horarios, las formas de ir y venir y hasta donde compro mi comida. Adaptarme – sólo por tres semanas – es un nuevo desafío. Cada vez lo hago más rápido. Paso el mismo tiempo en este barrio que lo que viví en México (porque yo no siento que pasé por DF, sino que viví ahí).

Me convierto en un alebrije casi (saben lo que es un alebrije?). Un animal que está formado por varios y que tiene lo mejor de cada uno para poder subsistir: yo me mudo, viajo, me muevo por el mundo y junto visas y pasaportes, sellos, escalas, horas perdidas en aeropuertos. Duermo en una infinidad de camas y me baño en diferentes baños. Cambio de estación y de usos alimentarios. En dos semanas vuelvo a Argentina a una casa en la que nunca viví, a un país muy diferente al que dejé, y me pregunto si sentiré lo mismo que sentí al aterrizar en México, o lo que sentí al regresar a Londres… o será algo completamente nuevo?

viernes, 28 de septiembre de 2012

LOVE



Amor que chorree como el agua bajando, apresurada, de las montañas del sur.
Amor que se me rebalse de las aristas.
Amor que desdibuje los contornos ásperos de mi carácter.
Amor que me empalague la boca y la calma.
Amor,
Qué palabra más tersa.
Aunque lo pienses verde, azul, o crisantemo
Siempre se te va a reventar de rojo en la cara.
Como una trompada en plena madrugada dejándote doblado en dos.
Tirado.
Decirle te amo a alguien,
Masticar cada letra hasta que salga,
Hasta que viaje desde una boca hasta la otra y que se absorba.
Que cada tramo de tacto diga lo mismo sin decirlo.
Pelitos de punta al oler su olor – antes que sus yemas lleguen a rozarte.
Un amor de ese que de repente te estrangula y te deja sin comer por días.
Un amor de sangre.
Bien vivo.
Lleno de coágulos y fluidos nítidos.
Que suene como las teclas de un piano,
Que tenga olor a jazmín,
Que sea liviano como las sombras del verano,
Un amor.
EL amor.
No cualquiera.
Please.
El resto, abstenerse.

lunes, 6 de agosto de 2012

So, you say...


Ok so you think I´m weird.

Weird because I sing on the street.

Because some days I dance with my eyes shut and I unbutton my shirts.

Weird, because I can kiss your neck without asking your name.

Weird in what sense?

Ok, so you say, I am strange.

Because I can have a terrible dream about you being killed and text you in the morning to see if you are well. Even if we haven´t talked in ages. I do hope you are well.

You consider strange the fact that I would rather spend my days with you than waiting for a cryptic message that I will not get.

Strange because I can say yes. Over and over again.

You think I may be a bit odd.

The biggest issue being my lack of contradictions. My being straight forward and maybe too confident. Yes. Too confident - that´s what you say.

Maybe I do know what I want. But maybe I only want that today.

Maybe tomorrow I will be a whole different weirdness.

You will not be here to build up a big new prejudice about that. Brick over brick over brick of being judgemental and not even trying to get the tinniest chance and try what´s next.

You´ll miss the bright in my eyes, the taste of my face and the smell of my hair. You´ll miss all the breakfasts I would have made. You´ll miss my dreams. You will not taste my lips.You will miss it all.

Just because.

You say all that. But there´s another side of things.  There always is.

Maybe you are the weird one. Your escapes are strange. Your decisions odd.  Your prejudice is wrong and the the colour of your eyes, fake.

Maybe you should get a weirdness test. Check your insurance policy and find out how different you can be and still get covered.  See how many grams of strangeness you can eat with your five a day without gaining any extra weight.

Or.

You can just…


lunes, 23 de julio de 2012

Cotidianeidad means Everyday life


Well maybe it was about time I started writing in English.

This space is supposed to be about my everyday life. The big things, the small ones, the insignificant tiny memorable moments… I´ve been living and breathing in English for the past 18 months, but it never occurred to me that this was actually my everyday life.

Now I have my past across the water and my future somewhere where I still can´t get. I am stuck in TODAY.

This hot summer day – since when summer happens in July? This is not normal, this is not just any other July day…

This music that I am listening to right now – hold on, why am I the only one who knows the words for this song?

The skin falling off my legs as if I´ve spent the whole month riding my horse and swimming in a lake… oh no… wait  a minute…

How did I end up calling this my normal life if still, every zip of coffee I take tastes so different? I cannot call this life an ordinary life, because for the past 18 months my life has been absolutely extraordinary.

That is why.

That is why my small, plain, unnecessary thoughts come in my mother tongue. Like fear. Like when I cry.

My drams have the language of dreams. The smell of love. The taste of green tea. You don´t need to talk when you are asleep.

The steps I take trying to reach whatever is behind the curtain that says NEXT sound like determination sounds – however it sounds. De Ter Mi Na Tion sounds like a hammer banging on the same old nail of time.

Maybe one day this would be as normal as those things that I´ve left behind. Water would just be water and not how British water tastes. A rose is still a rose…

Although, to be fair, who doesn´t want an extraordinary everyday life?

martes, 26 de junio de 2012

Al alma hay que darle de comer


Si me ves ahora desde arriba, como con una cámara, encontrarías un desparramo de pelo suelto y piernas, brazos estirados.

Cada día, al atardecer vuelvo a mi casa y no puedo más que echarme en el piso.
Me estoy dejando ir.

Decanto.

Interiorizo los últimos meses de a poco, desde la quietud de mi cuerpo, intentando alcanzar esa misma sensación en el alma, un alma tan cargada de experiencias, tan revuelta de emociones que por más que busque las palabras; no las encuentro. Dicen que Shakespeare es el escritor que más palabras uso en sus textos, pero mejor ni empiezo con eso...

Me refugio en el silencio. Prefiero atesorar lo que viví muy dentro mío y que vaya saliendo de a poquito.

Y vuelvo a sentir mi cuerpo contra el piso, deslizándose en el agua, en cada crujir de huesos, en todos los espejos otra vez encuentro mi cara. Dejo nuevamente que me rocen las manos, que dibujen en mi espalda desnuda para hacerme reaparecer.

Ya no soy más esa que hacía esto: el rol, la institución. Estoy empezando a ser otra vez tan sólo yo. 

Eso es lo que está pasando.

Me desprendo.

Dejo atrás lo que pasó para una vez más tener los brazos bien abiertos. Que llegue lo próximo. Que me lleve.

Y si recién ahora siento que había terminado por comprender como se escriben las cartas, algunas calles del barrio, los horarios del bondi nocturno… Hace no tanto que conocí a toda esta gente que ahora parece tan crucial en mi vida… hace menos de un año yo ni siquiera vivía acá… ya tengo que empezar de nuevo?
Así como construí esto yo se que puedo volver a hacerlo. Quizás esta sea la hora del cambio.

Esta vez con menos prisa. Con más calma. Con una serenidad que es producto de todos estos meses. Porque no sólo cumpli años, sino que alcancé sueños. No sólo estoy más grande – en cada uno de los sentidos literales de la palabra, porque las 18 horas diarias de trabajo han dejado sus secuelas – sino que en un punto… me siento más sabia: con la sabiduría de poder discernir cuánto me falta… que chiquita que soy y que grande que es todo esto que tengo alrededor.

Si.

Creo que soy menos caprichosa: ahora me depilo sola porque es muy caro, como de todo menos picante, fumo cigarrillos armados. Ando en bicicleta por la ciudad y puedo tomar café sin azucar. Ahora ya no necesito que las cosas pasen ya. Gane en paciencia, perdí en mañas… me gusta más estar sola de lo que creo. Si, aunque no lo diga es muy cierto.

Leo mis aplications y pienso, esa soy yo? De verdad puedo hacer todo eso? Yo todavía me siento que no, pero por lo visto, aunque sea en el papel, no estoy mintiendo. Todas esas frases largas llenas de palabras complicadas de supone deben describir a esta que habla, esta que soy de carne y hueso acá tirada en la alfombra porque hoy hizo calor y la humedad aplasta el techo del cielo. 

Está que estalla de tormenta y yo la huelo en el aire. Hasta eso ahora entiendo: cuál es el cielo gris de Londres y cuál es el de aguacero.

Los detalles, las miradas, todas esas cosas, el olor de la madera o las medias mojadas después de una función a cielo abierto… todo eso queda. De eso no me desprendo.  

A lo demás que se lo lleve el viento. Yo ya se con qué me quedo.





domingo, 1 de abril de 2012

Time exchange


Es domingo y tengo el pelo sucio. Se separa en mechones de colores, como una mañana en la casa de Córdoba cuando todos nos reímos de lo sucios que estábamos, o como cuando una de mis compañeras de colegio hacia competencias a ver quién aguantaba más sin bañarse. Ella siempre ganaba. Hoy ganaría yo.

Es domingo y estoy en pijama tirada en el piso con una taza de café. Tiene leche, tengo que terminarla. Por más que compre el recipiente más individualista de la góndola, siempre me sobra.

Si alguien se hubiera despertado conmigo probablemente tendría que haberme bañado y hecho café para dos, terminando así la leche y arreglando mi pelo.

Pero no.

Si la persona que durmió conmigo –porque siempre alguien, real o no, esta ahí conmigo- hubiera sido vegetariana por ejemplo, yo le haría Tomato Magic y lo dejaría encantado. Si fuera un poco más varón me llevaría a desayunar y yo todavía estaría preguntándome si en verdad le gusto.

Así, de esta manera, no tengo que molestarme con nada.

Miro afuera y hay sol y un poco me relamo con esto que los que estamos acá llamamos libertad. No sólo libertad de ir a cualquier lado, sino también de estar en soledad sin tener que hacer nada por nadie. Si no quiero, no me levanto del piso en todo el día y me hago otro café más. Si quiero salgo a correr, me voy a bañar, me voy al teatro, me compro ropa, me pinto las uñas, me tomo un tren, me subo a un avión y me voy a otro país…

Barajo las opciones y evalúo si vale la pena abrir la boca, hablar con alguien. Cada minuto es mío y si uno decide compartirlos – porque de repente te hacen darte cuenta del valor de tu tiempo cuando cada vez que querés hacer algo con alguien te sacan una agenda y te dan turno. Turnos para tener amigos / amantes / maestros / espías – es porque realmente vale la pena. No sólo intelectualmente sino también emocionalmente si uno invierte ese tiempo en alguien o en algo es porque previamente la situación fue diseccionada e inspeccionada y el veredicto fue positivo.

Valiste la pena.

Y así como de repente uno vale la pena también a veces no la valés. Y, de la manera más despiadada, generalmente disfrazada de silencio e indiferencia, uno es descartado.

Nunca más te atendió el teléfono.

Te quedás sentada con el pelo sucio y una taza de café frío mirando hacia afuera y tratando de buscar con qué ocupar tu tiempo. Que sí, vale, vale millones… pero hoy lo darías a cambio de nada. Te mirás las manos con las uñas pintadas de azul y cada peca de la cara y abrís la boca y no sale nada. Nada.  

domingo, 4 de marzo de 2012

Tomato Magic


Hace un año me desperté en un país nuevo. Llovía, como hoy y la resaca del tequila me pesaba en la cabeza. Mis cosas estaban estancadas en un par de maletas y mis ojos no sabían que mirar.

Bajé la escalera y mi amiga –que hoy es mi tan amiga pero que en ese entonces era una incógnita- estaba cocinando lo que para mí parecía un almuerzo.

Ella me miró sonriendo y dijo que me estaba haciendo el desayuno.

Yo no sabía qué hora era en ningún lado, por lo tanto no sabía que comer. 

La vi cortar ajíes y meterlos en una cacerola, la vi ensuciar toda una mesada y regar el piso de partes de hongos, la ayude a servir vasos y vasos de jugo de naranja, la vi dejar las cáscaras de los ajos amontonadas.

La dejé hacer todo y decidí empezar mi nueva vida dejando que cada quien haga lo que quiera y despidiéndome de mi trastorno obsesivo compulsivo de una buena vez.

Disfruté su desordenadez tanto como de la comida, si bien más que un desayuno fue una cena a la hora del té. No le dije que no como comida picante. No le conté que tuve diarrea cuatro días después de los ajíes. No le dije que lo que en verdad quería eran unos mates.

Comimos y empezamos a conocernos y a compartirnos.

Pasaron los meses.

Vivimos juntas y separadas.

Ella ya no le pone ajíes a los tomates y cuando yo, cada domingo como hoy, me preparo mi propio desayuno versionado, le agrego extra ajo a la parte de los hongos y si puedo robar salsa inglesa de algún cajón se la pongo también.

Me siento en el piso de mi cuarto y como mi desayuno a las tres de la tarde y leo y pienso en que éste, así, es un domingo cualquiera para mí. Para mi nueva mí.

Y luego de 365 días estoy por volver a los domingos porteños que extraño pero no.

Tiemblo.

Temo por la fragilidad de mi nueva vida construida a fuerza de remediar recetas y aminorar cantidades. Tengo miedo que este nuevo balance entre ajo y ají se vaya al demonio. Temo volver a volver y que los domingos sean ajenos nuevamente.

No me pregunten por mi vida porque no sé. Yo soy la prueba viviente de haberme convertido en esto a fuerza de días de reinventarme y de encontrarme y de modificarme y de hallarme y de hoy ser esto que soy. Que no es la misma. No. Pero sigo siendo yo.

No busquen a la que se fue hace un año atrás en estas manos que hoy saben un par de cosas más. Sigo siendo esa, pero soy un poco otra.

No me pregunten qué voy a hacer después porque tampoco se. Porque no sabiendo llegue hasta acá y si esto es lo que surge de la incertidumbre prefiero andar con los ojos cerrados por muchos años más.

Quiéranme como soy. Como estoy.

Abracen mi cuerpo aunque piensen que la que vive dentro es otra. Porque después de un rato yo también voy a pensar que ustedes son otros. Un año pasó en todo el mundo, no sólo en mí.

Encontrémonos los que hoy somos no esperando encontrar al que dejamos la última vez.

Lo digo, y ni siquiera sé como tomarme el subte en mi propia ciudad o si puedo pagar el bondi con monedas. Pero eso no importa. Vuelvo. ¿Vuelvo? ¿O es la nueva yo que va por primera vez?


Pero sobre todo... no se pongan celosos de los tomates.