sábado, 21 de septiembre de 2013

The cat that slept on a bookshelf




Look here
This is quite simple
Just look
See the black letters staining all this white
Look at all the tiny ants traveling miles and miles trying to deliver what I have to say to you

In a whisper
It´s is not so tricky
It comes with the rain and then it´s washed away
It´s my love that may be a little too much
Or not shy enough
Or it may not translate
Look
Just see it in my eyes
Where no words can name a thing
Where there is no language
Where there is just
Love – or what I think this is
A word that says nothing at all but embraces it all

It´s this big bubble full of stars and shadows and memories that can make us cry
It´s this very comfy pillow that you used to like so much and that reminds me of you
It´s the invisible space between your arms and my back

Look deeper and deeper and you will find the intense blue end of the ocean where we will stand until we are ready to bounce back up
Between the clean waters and the silent endless mystery that cannot be named
Hear the music climbing from the middle of the earth up through your bones and reaching your nervous cells, giving you goose bumps, making you shiver like a wintery storm… feel your teeth cracking beneath your cheeks

You are terribly scared

I know
I can tell
And maybe I am too, you see…
See… it´s is not a thing what we are looking for

It is a word
The one that will name what we are going through…

Is it a puzzle or a big impossible knot tightening in the middle of our chests?

I don´t know what I can give you or what you have for me
But does it matter?
Is it worth the sleepless nights and the anxiety attacks?
I just want you to look at me
And
See
Me
Beyond the shadows of your fears
Just reach out of your tight shell
And break my emergency glass
And make me alive
Feel my warm hands trying to caress your skin
Let me burn your lips with my intensity
Have my name tattooed on your eyelids and leave me bits of yourself
Taste the salt of my hips
Make me addicted to your ways
Have me all
I am not a fearful creature
When you touch me I become this helpless cub – I cannot harm you more that you can kill me
I just want to curl up in your lap and sleep for days but it looks like you are always sleeping first

I want you to look after me
Stay awake

Stay awake and save us



domingo, 10 de marzo de 2013

Le pasa a cualquiera.



Esto debe ser la inminente crisis de los 30, me repito. Sí, seguro. Esto de salir el sábado a la noche, tomar un poco de más, hacer el comentario de sentirme como una adolescente y después no poderme mover por horas al otro día; esto es un signo clarísimo de que la nueva década se me está  por estampar en la cara.

Esta sensación de opresión en el pecho es, claramente, el bajón que conllevan los domingos. Un enroscarse en los sillones sin encontrar posición confortante como si fuera un gato. Estas ganas de llorar porque la lavadora se ha trabado y ya no quiere andar más, o el simple hecho de que el día se me escape de entre los dedos como el agua. Es de libro: los domingos son así de grises acá y en la china.

La cabeza gacha, oculta entre miles de bufandas, junto con mi sonrisa y las ganas de socializar son síntomas básicos de la ivernación. Es el frío, los días eternamente plomo que se acumulan sobre el techo de mis ojos. Las energías ya volverán con el verano, me susurro, mientras aprieto el paso para escaparle a la nevisca.

El odio generalizado a la raza humana que me hace no querer salir de la cama y comer cinco kilos de chocolate es más que obvio. No tengo que explicarlo: me está por venir. Cualquier persona que me conozca y esté en su sano juicio elegiría evitarme hoy, y yo no los culpo. Yo, si me cruzara un día como hoy, decididamente cruzaría la calle.

Cuántos factores pueden teñir nuestra personalidad, nuestro día a día, desencajar la rutina y convertir cada uno de nuestros días en un mundo en sí mismo, no?

Resulta que hoy todos los factores están… cómo decirlo? Secretamente complotados. Un choque en cadena de síntomas y situaciones que hacen que el día de hoy sea decretado un día realmente deprimente.

Una cagada de día.

Un bajón absoluto.

Día de mierda.

Me siento como el orto.

Quiero despertarme dentro de tres meses.

Y ya sé que todo pasará, pasará… pero regodearme un poco en la aparente miseria y terrible condición de vida en la que me hallo es – obviamente – la frutilla de la torta del patetismo. No puedo dejar de hacerlo.

La verdad, no sé para qué me levanté.     

domingo, 27 de enero de 2013

Hunting.



Ahora es un año nuevo y afuera está lloviendo. 

Uno espera el momento del nuevo comienzo; como en una línea de partida, nos agazapamos para salir picando hacia el otro extremo. Así los años, los meses, los días… una concatenación de pequeñas metas a cumplir. Objetivos que se alcanzan, se redefinen y se vuelven a perseguir.

Yo me convertí en una experta perseguidora de metas.

Desde hace casi tres años, cuando por primera vez crucé el mar para venir a trabajar en el Reino Unido, supe que lo que me esperaba no sería fácil. Proponerme conseguir lo que hasta entonces había parecido imposible para el resto de mi familia y lograrlo fue un hecho digamos, simbólico. Un punto de partida.

Me convertí en una cazadora de metas, una buscadora compulsiva de nuevos objetivos y eso sembró en mí una hambruna de logros que jamás hubiera imaginado. Pero claro, uno se agota. Uno vive lleno de una ansiedad nadando por las venas que a veces se hace insostenible.

Afuera se hace de noche y es domingo. Hace una semana aproximadamente volé desde Argentina hasta Londres por cuarta vez. Pasé días durmiendo e intenté disfrutar el no tener que buscar trabajo ya que conseguí uno nuevo – fue mi deseo de año nuevo, y este año por lo visto, los deseos se cumplen más rápido.

Pero tuve que salir de abajo de las frazadas y buscar casa. A diferencia de la última vez, encontrar casa este año fue más fácil también, o será que yo me volví más sabia y se mejor cómo, qué y dónde buscar: la casa número uno era perfecta pero la gente me pareció aburrida; en la casa número dos me abrió la puerta una alemana psicópata así que de entrada supe que no podría vivir allí; la casa número tres sacó todos los números ganadores; la casa número cuatro tenía un cuarto en donde la puerta golpeaba la cama y no había placar.    

En una semana me mudo a la casa número tres, con una pareja de españoles, un italiano que no conocí y una gata que se llama Elizabeth y  que se tiró desde el techo del edificio. Todo parece casi perfecto. Digo casi, porque ya no creo en la perfección. Tampoco la busco. No más.

Este domingo no salí de la casa en donde me estoy quedando. Algo en mí me obligó a disfrutar de la tranquilidad que acarrea el hecho de que por lo menos hoy, por lo menos por este rato, puedo descansar y no tener que buscar nada. Puedo soñar con los ojos abiertos e imaginar el momento en el cuál todas mis pertenencias vuelvan a estar bajo un mismo techo, el momento en el cuál deje de vivir de lo que entra en una valija luego de casi 4 meses de vida nómade.

Invité a una amiga a almorzar y al hablar con ella descubrí que lo que generalmente me pesa a mí, esta constante y eterna búsqueda de todo, es lo mismo que le pasa a toda la gente que vive en Londres. Será que hay tanto para ver, será que hay tanto que hacer: si no estás buscando casa o trabajo, estás buscando pareja, entradas de teatro, ofertas de ropa, pares de zapatos agotados o hasta alguna clase de ballet. La ansiedad nos afecta a todos sin importar idioma ni pasaporte; y lo que tenemos que aprender, indefectiblemente, es a tomar las cosas como vienen y acomodar una a una. Y esto es un hecho. Sólo porque es la única manera. No hay otra. Baby steps.

Hay algo en esa sensación de estar corriendo todo el día y cumpliendo estas pequeñas metas que causa una 
satisfacción extraordinaria; esto es, claro, cuando las cosas te van bien. Cuando no te funciona tanto, uno se siente sobrepasado por todo y en un torbellino que te chupa hasta el fondo más oscuro del universo y parece no tener fin. Ahí es cuando uno – y esto lo digo por haber sido succionada por este pozo más de una vez – debe dejarse llevar hasta el fondo, para poder rebotar.

Será esto de tener más años; será quizás el hecho de estar rozando los treinta, pero aprendí a disfrutar y permitirme regodearme en los pequeños logros, por más minúsculos que sean. La constante búsqueda está ahí de todas maneras, podemos retomarla en cualquier momento.

Así que hoy domingo, me quedo en casa con los anteojos puestos, veo lo que hubo de luz por la ventana, tomo café, si quiero no me baño. Después de todo, me lo he ganado. Me repito esto y trato de no sentirme mal por las mil exhibiciones que me estoy perdiendo. Nada que no pueda hacer mañana, pienso.

martes, 20 de noviembre de 2012

On the move...



Moverse, mudarse, mutar. Cambiar de lugar, hogar, espacio real y digital. Este año, el movimiento externo e interno se convirtió en una constante diaria y mi cotidianeidad deja de ser cotidiana. Los días no son siempre los mismos y las vistas al despertarme, tampoco.

Vengo de pasar casi un mes en México. Un lugar al que volé esperando encontrar cosas conocidas; suponiendo que Latinoamerica me recibiría como me recibe una casa a la que no voy hace tiempo, pero cuyos aromas recuerdo en lo más profundo de mi ser. Fue así, y no.

Las calles del Centro Histórico tienen algo de Buenos Aires. Los olores no son lo mismo. El picante que se huele desde temprano a la mañana y las cartas con nombres de comidas impronunciables me hicieron sentirme tan extranjera en tierras aztecas como el contingente de ingleses que venía acarreando. El hecho de que alaben mi español, también.

Los días pasaron en Ciudad de México como pasan los vagones de metro: por minuto. Una estación por minuto, y las miles de personas que pululan por los subsuelos de una ciudad excavada en el mismísimo corazón de otra ciudad más milenaria, todos se dieron vuelta al verme subir en algún vagón. Me sentí distinta. Me sentí diferente en una ciudad que hace todo por recibirte con los brazos abiertos y una comunidad de gente extraordinaria.

Pero, asimismo, me sentí en mi salsa – como quién dice – al descubrir que la comunidad teatral internacional es una suerte de hermandad secreta y que, vayas donde vayas, una vez que estas adentro de un teatro, sin importar el o los idiomas que se estén utilizando, el lenguaje es uno mismo. El escenario no conoce color ni procedencia. Y todos los que trabajamos para hacer que las cosas pasen, más allá de los ruidos, terremotos, food poisonings y sueros intravenosos; tampoco.

México fue una fiesta de la colaboración internacional y el hecho de haber formado parte de un evento tan único y simbólico como fue llevar un Hamlet inglés al medio de la Plaza del Zócalo, hacerlo accesible y gratuito para quien quisiera aventurarse en una historia tan conocida y a la vez no, es el recuerdo más preciado de todo el viaje. Casi.

El Día de Muertos en medio de una montaña tirando globos de papel, aprender a comer comidas dejando de lado el miedo al ardor en los labios, los mercados, las palabras pegajosas como wey y chido, los colores intensos que pintan cada rincón del país… un sinfín de imágenes y sabores que lograron acercarme a lo que en verdad sí es un pueblo hermano lo mires por donde lo mires – sólo hay que dejarse atrapar. Llevar. Guiar. De la mano.

Y la vuelta a Londres, bajarme del avión y sentir el golpe de frío seco en la cara, llegar a mi barrio y que eso sea lo cotidiano… me hacen preguntarme cada vez más, y a diario casi, si es que uno en verdad más de ser de un solo lugar puede llegar a sentirse parte de varios.

Una semana más tarde, y con todo embalado nuevamente, me traslado del otro lado del río, a una zona completamente extraña para mí. Todas mis rutinas cambian, los trenes, los horarios, las formas de ir y venir y hasta donde compro mi comida. Adaptarme – sólo por tres semanas – es un nuevo desafío. Cada vez lo hago más rápido. Paso el mismo tiempo en este barrio que lo que viví en México (porque yo no siento que pasé por DF, sino que viví ahí).

Me convierto en un alebrije casi (saben lo que es un alebrije?). Un animal que está formado por varios y que tiene lo mejor de cada uno para poder subsistir: yo me mudo, viajo, me muevo por el mundo y junto visas y pasaportes, sellos, escalas, horas perdidas en aeropuertos. Duermo en una infinidad de camas y me baño en diferentes baños. Cambio de estación y de usos alimentarios. En dos semanas vuelvo a Argentina a una casa en la que nunca viví, a un país muy diferente al que dejé, y me pregunto si sentiré lo mismo que sentí al aterrizar en México, o lo que sentí al regresar a Londres… o será algo completamente nuevo?

viernes, 28 de septiembre de 2012

LOVE



Amor que chorree como el agua bajando, apresurada, de las montañas del sur.
Amor que se me rebalse de las aristas.
Amor que desdibuje los contornos ásperos de mi carácter.
Amor que me empalague la boca y la calma.
Amor,
Qué palabra más tersa.
Aunque lo pienses verde, azul, o crisantemo
Siempre se te va a reventar de rojo en la cara.
Como una trompada en plena madrugada dejándote doblado en dos.
Tirado.
Decirle te amo a alguien,
Masticar cada letra hasta que salga,
Hasta que viaje desde una boca hasta la otra y que se absorba.
Que cada tramo de tacto diga lo mismo sin decirlo.
Pelitos de punta al oler su olor – antes que sus yemas lleguen a rozarte.
Un amor de ese que de repente te estrangula y te deja sin comer por días.
Un amor de sangre.
Bien vivo.
Lleno de coágulos y fluidos nítidos.
Que suene como las teclas de un piano,
Que tenga olor a jazmín,
Que sea liviano como las sombras del verano,
Un amor.
EL amor.
No cualquiera.
Please.
El resto, abstenerse.