miércoles, 13 de octubre de 2010

Cual reloj de arena. (o cómo me sigue perturbando que pase todo al mismo tiempo)

Las cosas se aprietan, se sacan la lengua, pelan sevillana… hasta alguna que otra patada voladora. Yo llegué primero… ¡¿qué te pasa!?... ahí estaba yo sentada…se arrancan los collares y todas las bolitas quedan esparcidas a su alrededor sin que nadie las junte, sin que importe que las otras cosas se resbalen y se disloquen las caderas, o se fisuren los cráneos.

No.

A ellas no les importa nada.

Como si un tic-tac que nadie más que las cosas mismas oyen les fuera haciendo presión entre el cerebro y las paredes para que se apuren, se apresuren por llegar primeras. Por ocurrir.

¿Pero nadie les dijo que si pasan todas juntas después no pasa más nada? ¿No queda más nada?

No. Ellas hacen oídos sordos, le dan la espalda a las razones y a las conveniencias de quien las padezca, a su cuerpo recipiente no lo escuchan ni de casualidad.

Las cosas mandan. Las situaciones. El límite al que logran llegar sólo ellas hasta hacer que su poseedor roce el ataque de nervios. El Ataque de Nervios – breakdown- es, también, una más de las cosas que se agarra a las trompadas por ocurrir de una buena vez. Por ser el mejor alumno.

Así, por el tubo -¿pasillo?- cronológico en el que nos movemos, las cosas de anudan como un traffic jam, si, como una mermelada de uno mismo – quedamos hechos puré, o jalea si su sabor es dulce- y todo estalla/ocurre a la vez.

Como pasar por un embudo llevando un elefante en la espalda.

Así.

Eso mismo se siente cuando todas estas malcriadas circunstancias se amontonan en la puerta del boliche para bailar hasta cualquier hora, cosas adictas. Malditas cosas. Entran gritando y al patovica lo escupen en los pies.

Cosas.

Que si materiales, se te caen en la cabeza y te matan, siendo inmateriales están metidas con calzador por ahí adentro. Igual también te matan, eh?

Todas a la vez, cada una gritando más fuerte hasta dejarte sordo.

Hasta que

…………….de pronto ……………….

                        el silencio.

                                Un poco ya pasó.

                                            Las cosas a la cama por un rato.

                        

El porque no me interesa, solo sé que ya no pasan.


 


 

Después vuelven a formar fila una vez más. Ah. La tranquilidad momentánea del aparente orden – aunque sea en el tiempo– me deja tirada en un sillón.


 

Ahora no pasa naranja.

 

domingo, 3 de octubre de 2010

Simultaneidad (o cómo me pasa todo al mismo tiempo)

Correlatividad de sensaciones.

¿Es que sólo a mí? ¿Soy yo la única que necesita esta sobredosis de sentires? ¿De pesares?

Chocan las diversas situaciones, las esperadas, las anheladas, las tan temidas. Se estrellan unas contra otras en el centro de mi ser. Colisiono conmigo misma y me desintegro.

Flotan mis átomos por doquier.

¿Qué decir cuando las palabras no salen de mi boca? Se me escapan los adjetivos y sólo puedo llover. Lloro. Incesantemente. Incansablemente. Llora mi mente, lloran mis manos, lloro yo.

Dolo. Tremendamente. Por todos lados, en cada sombra que atraviese el sol. Soy dolor.

Anhelo lo que no se si pasará. Tengo miedo de lo que pueda pasar. Como ya otras veces. La calma chicha, la ansiedad, todo que se hace fermento y termina siendo otra cosa. Tanta vuelta dada al ovillo para salir del laberinto hasta que el hilo se corta. Yo me pierdo en la oscuridad. Monstruos. Todos juntos se esconden tras las puertas y me gritan

buuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu.

Tengo miedo. Del abismo que se acerca. De los saltos al vacío. De las camas con sábanas planchadas, de las toallas húmedas, de las mañanas sin nesquik. Tengo miedo. Tiemblo. Hasta por los oídos que ya no oyen lo que quiera decirles en secreto: tiemblo.

Todo ocurre en simultáneo. Sino, no pasa nada. Así es como sucede-me. Hoy. Siempre. Esto ahora, lo otro después nunca.

Y en el big bang mi galaxia en vez de nacer se desintegra. Todos mis átomos flotan. Mi ojo se va tan lejos de mi boca…

Sí. Hoy también. Me juntás con cucharita.