miércoles, 28 de julio de 2010

Teatro autogestivo

Me lo echo en la espalda como si pudiera, como si la espalda fuera tan ancha, o yo tuviera tanta fuerza. Hago de cuenta que sí. Que yo puedo, y me lo repito como un curso acelerado de autoayuda para mí misma. Yo puedo.

Me quedo más de tres horas escuchando las canciones una y otra vez hasta que elijo unas cuantas. Cierro los ojos y veo todo. Todo. Tan claro. Tan ordenado. Tan perfectamente sincronizado, que me gustaría poder invitar a alguien a espiarlo un poquito así saben. Así no soy yo sola. Solita no quiero más.

Pero es la última, me repito. Es el último esfuerzo del viaje hasta emprender el otro. El nuevo peregrinar al viejo mundo. Al otro mundo. Me dejo esta canción que no sirve para la obra pero si me sirve a mí. Ahora. Una canción tranquilita para calmar las ansias de salir ya. De subirme ya a un escenario. Yo quería sólo actuar. ¿Y todo esto?

Pasa el recreo autodeclarado. Vuelvo a poner las manos a la obra en la obra. La obra que son mis palabras, mis imágenes, mis sueños condensados y vistos a través de miles de caleidoscopios. Atraviesa el espacio y se mete adentro de la gente. Es ya de todos. Ya la están viendo. Ya existe. Esta fuera de mí.

A trabajar.

jueves, 22 de julio de 2010

Contabilidad Personal


Hay algo en estar solo, sola, que me atrapa. Una cierta sociedad secreta que gesto conmigo misma.

Cosas como depilarme las cejas, o lavarme los dientes en la ducha mientras la crema de enjuague se va escurriendo de a poquito. Poder dejar botellitas de agua por toda la casa. Tener todas las luces prendidas y que nadie diga nada. Eso. Eso es ahora que lo pienso. Que nadie diga nada que me haga modificar ni una sola decisión.

Decido sólo por mí cuando estoy sola. Y no existen consecuencias más que para mí. No las hay. O no me importan. Yo no las percibo.

Está eso de que de repente te den ganas de hablar. Y pronuncies algo en voz alta aunque no tenga nada de sentido. Uno lo entiende. Hay, por qué no decirlo, impunidad. Con uno mismo. Con el mundo. El mundo que en esos momentos de soledad se circunscribe a uno mismo.

Yo hago planillas. Muchas. Puedo hacer cientas. Y así me tranquilizo. Porque yo gobierno en mi propio reino y puedo ver plasmadas todas las variables. Es un mal vicio, uno muy viejo ya. Algo que quedó de un mal y viejo amor también. Pero de todo queda algún residuo, y este no creo que sea - más allá de llegar a generarme una obsesión por temporadas- maligno.

Esto de poderme quedar intentando hacer mi propia contabilidad y anotar hasta el 1,20 del bondi – cosa que parece completamente absurda, pero para mí no lo es- gajes de la microeconomía de uno mismo. Esto es utilizar mi tiempo. Llenarlo de cositas que hacen que corran los minutos. Esta cierta tendencia mía a querer tener las cosas compartimentadas, ordenadas, al menos por fuera (para empezar por algún lado).

Después están los papeles que puedo dejar juntando polvo por meses en el mismo sitio. Eso también es mío. Es mi espacio. Es mi polvo. Es mi papel que no me importa en absoluto pero lo quiero ahí, haciendo pilita. Porque puedo. Reafirmo mi soberanía en esta casa. En este espacio.

Esto mismo que escribo. Porque sí. Como una suerte de manifiesto. Una adoración a mis manías. Una exposición ridícula de lo que siento. Que no tiene necesidad de ser, más allá de mis ganas de ponerme a escribir algo. Más allá del Excel abierto en la ventanita de al lado que me espera.

Hago lo que quiero.

Yo cuento.

 

lunes, 12 de julio de 2010

Nada de Todo o Nada de Nada?

Hoy es un día NI.

Ni hambre.

Ni calor.

Ni gris.

Ni marrón.

Ni siquiera me peiné – como si alguna vez lo hiciera-

Ni chicha ni limonada.

Ni pájaro en mano ni cien volando…

No pasó nada relevante, más que la cotidiana ansiedad de las mañanas, la fiaca post almuerzo, las preguntas sin respuesta que no bajan ni con los ocho cafés que me tomé (desde instantáneo hasta express), la bronca anulada, las canciones que me llevan a volar, me traen miradas, los suspiros, las colillas aplastadas – camel straights damn it!- .

Promesas y más promesas que ya no quiero ver.

La cabeza que busca cierta calma,

la música y las guirnaldas apagadas…

las cosas malas…

Y de repente,

en un segundo de aparente estancamiento,

alguien me habla.

Y busco la boca pero sólo escucho las palabras.

TODO VA A ESTAR BIEN.

Mi sonrisa raja el frío invernal.

Se me derrite la cara.

Ya no me importa tanto que hoy no haya pasado nada.

Mañana quizá…

Hoy me conformo con esta sentencia sabia.