viernes, 18 de marzo de 2011

Algo.


 


 

Me fijo en lo profundo de las palabras no dichas,

en el eco imaginario que hubieran dejado,

en mis lágrimas derramadas por las dudas.

Me fijo en todos los espacios en blanco,

en los huecos de las manos,

en tus ojos escrutando la nada más allá de mi nuca, en la inmensidad.

Recuerdo haber creído en algo,

que no era en mí ni en vos sino de ambos.

Un algo color ámbar,

tenía pétalos… ¿o eran plumas?

Un algo.

Ahora las mañanas son otra cosa.

Es levantar mis piernas aplastadas

y destapar mis ojos de lagañas.

Es practicar sonrisas contra todas las ventanas,

a ver si de una vez por todas regresan a pastar en mi cara.

Ahora los mediodías tienen gusto a lata,

las siestas siguen de largo.

Los breteles no se corren. No. Estan pegados.

Los atardeceres son un ocaso triste,

que exaspera hasta a los santos que desde arriba de las Iglesias maldicen gritando.

El tiempo no pasa.

Segundos achicharrados.

El tiempo ya no existe.

Todo está en pausa.

La noche parece no llegar nunca, las sombras chatas se niegan a desaparecer.

Si me cruzo con algún perro ya no lo toco.

Los niños me quitan la mirada… como si alguna vez me la entregaran…

Los hombres creen que soy una estatua de llanto y mantras,

las mujeres susurran y pasan.

Los árboles me riegan hojas,

los autos no dicen nada: ellos no hablan.

A la madrugada llego gateando, si es que llego,

si no me escapo a revolcarme en el fango.

Pero hubo una vez otra cosa.

Un algo.

Que hacía que todo brillara de la noche a la mañana.

Que hacía que todo volara de la mañana a la noche.

Hasta encontrarte dormido en mis brazos con gusto a arroz y dulce de leche.

Hacía que incluso el mate fuera menos amargo.


 

Hoy ya no está.

Siguió de largo y yo me quedé sin algo que no se bien –ni lo sabré nunca- si tenía siquiera un tamaño. O un gusto. O un olor.

Yo no sabré nada de nada.

Pero te digo algo: otro algo tengo hoy.

Se llama vacío.

Se llama dolor.

Se llama hastío.

Tiene tus mismas manos,

los dientes rotos de tanto roerme los ojos, de tanto beberse mi sal.

Me deshidrato a cuentagotas.

Decime qué tenés vos entre las manos.

Decime si tiene mi olor.

Decime si sabe andar a caballo.

Decime si deja estelas marcadas en el agua.

Decime.

Decime.

Decime lo que quieras…

nada puede ahogar mi llanto.

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