domingo, 10 de marzo de 2013

Le pasa a cualquiera.



Esto debe ser la inminente crisis de los 30, me repito. Sí, seguro. Esto de salir el sábado a la noche, tomar un poco de más, hacer el comentario de sentirme como una adolescente y después no poderme mover por horas al otro día; esto es un signo clarísimo de que la nueva década se me está  por estampar en la cara.

Esta sensación de opresión en el pecho es, claramente, el bajón que conllevan los domingos. Un enroscarse en los sillones sin encontrar posición confortante como si fuera un gato. Estas ganas de llorar porque la lavadora se ha trabado y ya no quiere andar más, o el simple hecho de que el día se me escape de entre los dedos como el agua. Es de libro: los domingos son así de grises acá y en la china.

La cabeza gacha, oculta entre miles de bufandas, junto con mi sonrisa y las ganas de socializar son síntomas básicos de la ivernación. Es el frío, los días eternamente plomo que se acumulan sobre el techo de mis ojos. Las energías ya volverán con el verano, me susurro, mientras aprieto el paso para escaparle a la nevisca.

El odio generalizado a la raza humana que me hace no querer salir de la cama y comer cinco kilos de chocolate es más que obvio. No tengo que explicarlo: me está por venir. Cualquier persona que me conozca y esté en su sano juicio elegiría evitarme hoy, y yo no los culpo. Yo, si me cruzara un día como hoy, decididamente cruzaría la calle.

Cuántos factores pueden teñir nuestra personalidad, nuestro día a día, desencajar la rutina y convertir cada uno de nuestros días en un mundo en sí mismo, no?

Resulta que hoy todos los factores están… cómo decirlo? Secretamente complotados. Un choque en cadena de síntomas y situaciones que hacen que el día de hoy sea decretado un día realmente deprimente.

Una cagada de día.

Un bajón absoluto.

Día de mierda.

Me siento como el orto.

Quiero despertarme dentro de tres meses.

Y ya sé que todo pasará, pasará… pero regodearme un poco en la aparente miseria y terrible condición de vida en la que me hallo es – obviamente – la frutilla de la torta del patetismo. No puedo dejar de hacerlo.

La verdad, no sé para qué me levanté.     

1 comentario:

  1. hay dias q no tendrian q existir, me repito, pero es verdad...

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