lunes, 12 de septiembre de 2011

Vos estas en todos lados

Vos no sos una persona. No. No sos ni una ni dos ni cien. Sos algo que imagino y que cambia de cara, de idioma, de par de anteojos cada tanto. Yo pienso, ahora, si en vez de haber mandado tantas cartas a tantos remitentes alrededor del mundo y te hubiera escrito solo a vos hoy tendríamos un libro; una publicación fermentada de amor encuadernado.

Pero no. Yo mandé todas esas cartas, apreté todas las veces el cuadradito que decía SEND. Puse mi nombre al lado de varios otros, taché, hice borrón y cuenta nueva, saqué un clavo con otro y di vuelta la página; intenté viajando en el asiento simple de los colectivos, fui al teatro y al cine sola, miré miles de rostros en el subte… tuve las ideas más descabelladas sobre el amor y después las hice papel picado una y otra vez, dejando que se las lleve el viento.

Una vez metí uno de tus nombres adentro del freezer, otra prendí una fogata bien grande a la orilla de un lago y quemé todos los malos recuerdos que habíamos engendrado juntos. Sí, ese eras vos también, sabelo.

Ayer mismo me quedé despierta hasta bien tarde a ver si por la diferencia horaria me contestabas, hoy me mandaste un mensaje de texto que no tenía comas, y mañana lo más probable es que me digas algo en francés - si sabés que no hablo francés , me lo estás haciendo a propósito?-

Vos tuviste los ojos celestes por muy poco tiempo, esa vez eras tanto más alto que yo, que ni de puntas de pie llegaba a darte un beso. Hace un par de semanas estabas un poquito más bajo pero igual, todavía tengo que estirar el cuello. Cuando tuviste el pelo largo me dejabas enredar mis dedos y decirte cosas en secreto mientras lo hacía. Hubo un corte de pelo que no me gustaba en verdad, pero nunca te lo dije, porque tenías otras tantas cosas que me hacían quererte… hoy descubrí una nueva. Tu pelo sigue siendo un tema.

Sabías cantar tan bien, sabías cocinar tan bien, sabías escribir tan bien, hacías magia con las manos; supiste hacer tantas cosas de la lista de cosas que me gustan. Si tan solo hubiera podido hacer que entraras en un solo cuerpo…

Pero no. Sos difícil eh. Tenés tus mañas y yo caigo en todas. Una y otra vez caigo, de a ratos me confundo cuál de todos sos o dónde estás metido y me quedo varada en una encrucijada entre el que fue y el que está por ser como ahora. Que no sé muy bien qué hacer, o dónde encontrarte. Tengo varias hojas escritas que dicen querido…………………………………………………………………….. Dejo espacio suficiente por si aparecés con un nombre largo. Todas, al fin y al cabo, terminan diciendo lo mismo. Todas son escritas para vos.

Me doy cuenta que con el tiempo me volví un poco mejor en detectarte, pero también hay ciertos síntomas que fueron empeorando. A esta altura creo que después del tercer Gin Tonic – quizá después del segundo – a mí deberían confiscarme todo medio de comunicación. Dejarme sólo con la palabra hablada y que se agarre el que esté sentado al lado. Tengo una terrible facilidad para hacer declaraciones, sufro de fuertes e irracionales ataques de nostalgia, tengo cursilería aguda y si no me estuve cuidando, exceso de romanticismo. Sí. Terrible. Y tu cara que se aparece en los espejos de todos los baños cuando me estoy lavando los dientes. Yo sonrío como una adolescente y pienso que cuando me despierte vas a estar ahí… pero no. A la mañana todo es diferente, la cama esta semi helada y yo me refriego los ojos una y otra vez hasta aceptarlo. No estás ahí. Ayer tampoco estabas.

De todas las formas que tomaste creo que no hay una que prefiera más. Todas me gustaron. A todas, creo, las llegue a amar en su medida, tiempo y lugar. Pero te seguís desintegrando y yo me confundo, te das cuenta, después pretendo que me entiendas. Después actúo como si te conociera de toda la vida y me olvido que ese es un camino que tenemos que volver a recorrer. Te espanto. Para mí pasa todo tan rápido que yo no necesito esos lentos meses de otoño para llegarte a querer. Yo me enamoro demasiado rápido.

Por eso no me des tu dirección. No me dejes regalos. No me invites a cenar, no me esperes a la salida del trabajo. No me mandes ningún tipo de mensaje, ni siquiera telepático – te juro que me llegan -. No me quieras, no me hables, no me entusiasmes ni siquiera un gramo. No me des nada que tenga dulce de leche. No me acaricies los labios, no me escribas, no me leas, no me respires, no me abras la puerta. No me acomodes las frazadas cuando te estés yendo, no me calientes los pies, no me huelas el pelo, no me dibujes las manos.

No hagas nada hasta que estés decidido a quedarte en un sólo cuerpo. Yo ya no quiero seguirme confundiendo. Yo ya estoy cansada de buscarte tanto.

1 comentario: