jueves, 22 de julio de 2010

Contabilidad Personal


Hay algo en estar solo, sola, que me atrapa. Una cierta sociedad secreta que gesto conmigo misma.

Cosas como depilarme las cejas, o lavarme los dientes en la ducha mientras la crema de enjuague se va escurriendo de a poquito. Poder dejar botellitas de agua por toda la casa. Tener todas las luces prendidas y que nadie diga nada. Eso. Eso es ahora que lo pienso. Que nadie diga nada que me haga modificar ni una sola decisión.

Decido sólo por mí cuando estoy sola. Y no existen consecuencias más que para mí. No las hay. O no me importan. Yo no las percibo.

Está eso de que de repente te den ganas de hablar. Y pronuncies algo en voz alta aunque no tenga nada de sentido. Uno lo entiende. Hay, por qué no decirlo, impunidad. Con uno mismo. Con el mundo. El mundo que en esos momentos de soledad se circunscribe a uno mismo.

Yo hago planillas. Muchas. Puedo hacer cientas. Y así me tranquilizo. Porque yo gobierno en mi propio reino y puedo ver plasmadas todas las variables. Es un mal vicio, uno muy viejo ya. Algo que quedó de un mal y viejo amor también. Pero de todo queda algún residuo, y este no creo que sea - más allá de llegar a generarme una obsesión por temporadas- maligno.

Esto de poderme quedar intentando hacer mi propia contabilidad y anotar hasta el 1,20 del bondi – cosa que parece completamente absurda, pero para mí no lo es- gajes de la microeconomía de uno mismo. Esto es utilizar mi tiempo. Llenarlo de cositas que hacen que corran los minutos. Esta cierta tendencia mía a querer tener las cosas compartimentadas, ordenadas, al menos por fuera (para empezar por algún lado).

Después están los papeles que puedo dejar juntando polvo por meses en el mismo sitio. Eso también es mío. Es mi espacio. Es mi polvo. Es mi papel que no me importa en absoluto pero lo quiero ahí, haciendo pilita. Porque puedo. Reafirmo mi soberanía en esta casa. En este espacio.

Esto mismo que escribo. Porque sí. Como una suerte de manifiesto. Una adoración a mis manías. Una exposición ridícula de lo que siento. Que no tiene necesidad de ser, más allá de mis ganas de ponerme a escribir algo. Más allá del Excel abierto en la ventanita de al lado que me espera.

Hago lo que quiero.

Yo cuento.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario